La meva llista de blogs

dijous, 27 de gener del 2011

ENTREVISTA A UN TUAREG

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> TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO

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> No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, ¡sin papeles...!Nací en un
> campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido
> pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio
> Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los
> pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo
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> - ¡Qué turbante tan hermoso...!
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> - Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando
> se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
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> - Es de un azul bellísimo...
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> - A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe
> algo y nuestra piel toma tintes azulados...
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> - ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
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> - Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El
> azul, para los tuareg, es el color del mundo.
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> - ¿Por qué?
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> - Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
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> - ¿Quiénes son los tuareg?
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> - Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del
> desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra
> etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
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> - ¿Cuántos son?
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> - Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población
> decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que
> existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.
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> - ¿A qué se dedican?
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> - Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un
> reino de infinito y de silencio...
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> - ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
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> - Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón.
> No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
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> - ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
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> - Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan
> leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo
> mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el
> mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
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> - ¿Sí? No parece muy estimulante. ..
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> - Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que
> te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la
> vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el
> camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
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> - Saber eso es valioso, sin duda...
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> - Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene
> enorme valor!
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> - Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
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> - Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso.
> ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar
> juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
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> - ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
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> - Vi correr a la gente por el aeropuerto.. . ¡En el desierto sólo se corre
> si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...
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> - Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
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> - Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de
> respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el
> primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.
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> - Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
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> - ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo
> las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan
> inmenso...
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> - ¿Tanto como eso?
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> - Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales,
> caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo
> era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me
> enseñó a ser yo mismo.
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> - ¿Qué pasó con su familia?
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> - Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo
> caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para
> dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi
> madre estaba ayudándome...
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> - ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
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> - De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally
> París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí
> y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me
> prometí que un día sería capaz de leerlo...
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> - Y lo logró.
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> - Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
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> - ¡Un tuareg en la universidad. ..!
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> - Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y
> caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos
> cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada
> cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
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> - Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
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> - Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida
> quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer,
> frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque
> allí nadie quiere adelantar a nadie!
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> - Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
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> - Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el
> frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y
> sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
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> - Fascinante, desde luego...
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> - Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té.
> Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos:
> los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...
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> - Qué paz...
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> - Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

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